YO MUERTO (1ª parte)

Esta historia dura siete días, al cabo de los cuales, lo único que les quedara será la sensación de haber perdido todo atisbo de tranquilidad en sus espíritus. Por mi parte, no me queda otro camino que referirles la historia de mis últimos siete días de vida, tal y como una condena. Aunque la verdad es que esto parece más una condena para ustedes que para mí. Me voy a matar en cuanto termine de escribir esto.

Día primero.

Me encuentro sentado sobre una un tarro de pintura vacío pensando en lo que me espera al otro día, al final de los cinco años de cárcel que me dieron esos fiscales por matar al tipo de la farmacia. La verdad es que no me encontraba tranquilo pensando en todo lo que me esperaba una vez que saliera de ese lugar, sobre todo viendo la difícil situación en que me ponía el ser ya un viejo que solo sabia sumar y restar largas listas de facturas y cuentas. Se me había olvidado contarles que ya estoy sobre los cincuenta y dos, y que solo había trabajado de contador desde que salí del liceo comercial en Talcahuano, así que supongo comprenderán mi estado de preocupación en que me encontraba cuando estaba sobre ese tarro-banca en mi jaula. De algo tenía que vivir, y parecía imposible que alguna oficina me contratara de empleado con mi historial, y ni pensar en poner mi propia oficina de contabilidad. Los recursos con los que contaba no eran más que un par de relojes antiguos que había coleccionado durante los años que me pase tras mi escritorio, y justo antes de caer a la cárcel, me encontraba tapado en deudas que ya no podía pagar. No quiero aburrirlos con esto, pero aquí es donde mi historia se separa de cualquier otra historia conocida. Lo de las deudas y del robo a la farmacia y lo del empleado resistiendo y lo del balazo en el estomago no parece nada nuevo. Cuando estuve preso escuché muchos cuentos parecidos, y no dudo que en todas las cárceles del mundo deben haber otros miles igual, así que solo eso diré del asunto, pero sobre lo que pensaba ese día les contaré que veía un negro futuro. Jamás me habría imaginado hacia donde llegaría. La libertad parece en este caso cualquier cosa menos eso, y es claro que para llegar a ser lo que soy en este momento, debería haberme dado cuenta de eso. Siento que justo el día final, comencé a pensar en lo preso que estaba.

Horas más tarde, recostado sobre lo que parecía mi colchón, no pude evitar llegar hasta la casa de mi esposa, y me di cuanta que apenas pusiera un pie dentro del jardín de su casa, me vería en la obligación de sacarlo de ahí. Nunca dude que el día que supiera de la detención dejaría de hablarme, y no me equivoque sobre ello. Ya serían más de diez años separados y las conversaciones que teníamos solo se sostenían por las cuentas que crecían cada mes, así que después de todo, la posibilidad de llegar y recibir un gran abrazo de bienvenida estaban de cuajo cortadas. Mi ex mujer siempre creyó que el peor negocio de su vida había sido firmar el contrato conyugal conmigo, y no dudaba en recordármelo cada ves que podía, así que no le daría el gusto de refregarme su frustración en la cara, y menos después de haber pasado los últimos cinco años de mi vida encerrado dentro de una especie de basurero hediondo hecho para agujerear cualquier intento de resistencia moral y los treinta anteriores detrás de un mesón lleno de facturas. Creo ahora, que la noche aquella, en lo más profundo de mi persona, comenzaba a dibujarse lo que sería la completa venganza sobre mis culpas. Creo ahora, que jamás en mi vida, había deseado tanto matar a alguien como esa noche, pero de aquello no estaría seguro hasta encontrármela un par de días mas tarde.

(continua...)
cuento publicado de manera semanal

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