un regalo

el rapulento- panteras negras

el angel de la bicicleta






Homenaje de Leon Gieco a Claudio "Pocho" Lepratti, asesinado por la policía de Rosario mientras subido al techo del comedor infantil en el cual trabajaba gritaba "No disparen, aquí solo hay niños comiendo". La intensa actividad en pro de los más necesitados que llevaba adelante sin fondos propios y solo con su voluntad y altruismo lo transformó en alguien sacrificable para los defensores del capitalismo salvaje en la argentina.

textura

Llorando frente a ella parecía la vida una película furiosa. No se veía entonces la cámara girando alrededor de ellos, tratando de reflejar lo lindo de la escena, pero en verdad parecía de esas películas lagrimeras con finales de antología. Ni una sola palabra había sido dicha al azar, tan solo el guión actuaba de manera fría, recolectando cada una de las frases antes dichas por millones de actores en millones de veces repetidas una y otra ves y sin parar, una y otra ves. La naturaleza de las cosas se había dicho antes de llegar a la esquina acordada, necesariamente seria la belleza de las cosas, ante eso nada que pudiera pasar podría alterar la magnitud de su libreto. Imposible que ella fuera. Nunca nadie regreso del encuentro dicho, en derrota por lo verdadero de sus palabras. La vida, pensó, no puede ser atravesada de la forma cruel en que sus sentimientos fueron cortados por una lejanía equivocada, por una lejanía que el no aceptaba. Llorando frente a ella se igualaba la vida a una película furiosa.

El texto.

Un hombre muy viejo plegaba las cajas de cartón apiladas por los dueños de su pasar. Quien iba a ser capaz de decirle que ya no podía parecer mas una mueca. Si se pudiera dibujar una de esas groserías que lastiman a un hombre cuando de verdad se le quiere lastimar, habría solo que retratar la figura de ese viejo. Primer plano de sus dedos indignos. Un texto habían escrito para su noche, con portada de cartón y perros a manera de sábanas. Plano general para su vereda y en el fondo, el mismo libreto repetido, el mismo libreto construido como tura.

Entonces fue ella. Ya no quiero más. En la pantalla se recortaba el fin sobre el fondo, que era el beso eterno de los protagonistas, y aquí en su cara, la naturaleza de las cosas seguía siendo lo bello de las cosas. La naturaleza de las cosas se dijo, no podría ser de la forma que el quería. Mas complicado aún era la cuestión de romper, de aceptar, de mencionar la palabra ciega. El amor de su vida ya no tenía el amor de ésta vida. Entonces fue ella. Llorando frente a ella se igualaba la vida a un gran fracaso de película.



el señor es mi PATRON

julera cruz
mantenida en alto sobre las cabezas pútridas
de niñitos encorvados por el cura
manoseas los rincones mas íntimos
babosa de ganas por corroer
ser la patrona
ordenar
el estricto inclinarse ante ti
que extiendes tus dos tentáculos
de trampa añosa y malintencionada
diciendo con risitas entre los dientes
dejad que los niños vengan a mi
y así poder entregarlos a las manos de oscuros capataces
que encargados son de castigar
para siempre y en tu nombre
dios cruz

una metáfora

más poesía

TÚMBATE EN EL SUELO.
Mira al cielo.
No te muevas.
No respires.
Verás pronto
planear
los buitres.





David Eloy Rodríguez en
Miedo de ser escarcha.

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pequeñita
la vida para desear
feroz
el amor para olvidarte

eroticón X

mientras de púrpura regla
se tiñe
la nochecita profunda agita en cuatro
bamboleo labial y crespo
de recios rulos que se abrasan
lomismo quel catre húmedo de los sueños
la fiebre el mito
corazón palpitante de hediondez
que se traga con la fuerza junto al alma
que se traga
igual que batir cien o mil
enemiga del mes
manchas todo con tu calentura

eroticón IX

eroticón VIII

en éste
el levante mas hermoso
concurren a mí las horas
perpetuas
donde la greda hembra
valerosa ternura de los días
sabe y entiende
la única
realizable
posible vida para nosotros
dejando así en mis manos
la grande responsabilidad de moldear
recorrer entero
en nuestro triunfo sobre las épocas
el feroz y mayor cuerpo creado
para retroceder un paso y murmurar
en un aullido de satisfacción
la risa que sale por mis ojos