YO MUERTO (5ª parte)

Día quinto

El tiempo me dije, no puede ser una cosa que pueda caber en el reloj. Es imposible poner todas las cosas, todos los recuerdos, todas las palabras, dentro de algo como eso. El tiempo, además, no pasa, se acumula, y yo había logrado hacer de eso una mierda. Me había pasado mi vida entera intentando meter dentro del aparatito ese, todas las cosas que deje que sucedieran. No es fácil confesarles esto, contarles todo lo que les estoy contando, pero me da la sensación que de alguna forma el hacerlo me da mas valor para poder articular el movimiento de mi mano sobre la pistola. El corazón profundo de mi historia, es sin duda la tremenda venganza hacia lo que me ocurrió.

La noche anterior a este extraño día, después de alejarnos de la casa de mi ex mujer, ocurrieron cosas que no se si pueda ser claro para explicárselas. Tratare de ser lo más lúcido posible.

Ya no quería ni mis relojes, ni mi vida ni nada. Mi mente solo era capas de ver un mar de confusas caras, confusos sucesos. Mi antiguo trabajo y mi antigua esposa, mis hijas que ya no veo, mis relojes y mi condena. El vino otra vez hacía lo suyo y un pitillo que nos fumamos con Molina y otras personas desconocidas lograron que la cabeza vomitara las ideas y los recuerdos. Nunca me había sentido tan extraño. Recuerdo momentos de muchísima felicidad y de lagrimas en los ojos, recuerdo también interminables conversaciones de miles de horas amargado por todo lo que había sido capas de no ver. La mañana llego sola, y yo seguía convertido en un quebranto de mal genio. La tarde siguió a la mañana y aún no podía dejar de pensar en todo el odio que sentía hacia mi mismo. ¿Cómo había sido posible que dejara que todas las cosas pasarán tal y como pasaron, y no hacer nada al respecto? Ni una sola queja. Nada. No es posible tratar de hacerse el leso y no ver todo lo que ocurre en tu vida, lo que arman para tu vida. Mi esposa, su familia, habían confabulado contra mi, pero yo los deje igual. Mi trabajo siempre lo mismo, y yo como un reloj. Ya no quería recuperar esos relojes, y ahora pienso en ellos y ojala no los tenga ningún otro. No se puede creer en todo.

Facundo Molina me dijo esa tarde que durante la noche no había parado de hablar sobre mi antigua manía de arreglar los relojes. Según el, le conté esto a todos cuantos conversaron conmigo mientras estaba borracho. Le parecía curioso que siguiera con eso, después de haber decidido a no recuperar mis relojes, ante lo cual me quede pensando en lo que haría ahora que ya no tenía ni relojes ni nada. A esa hora el sueño me venció y me puse a dormir en el sillón de la casa de Molina.

Desperté con un dolor de cabeza horrible y con las piernas entumecidas por la mala posición, cuando eran cerca de las cuatro de la mañana. La noche estaba oscura, el viento norte hacia sonar todo lo que tocaba y yo solo me podía ver cansado frente al invierno. Ya no deseaba tener que enfrentarme a una vida de demonios, ni hacerle frente a lo que seria involuntariamente mi propia tumba. Es que toda la vida sin poder ver lo importante del tiempo, la verdadera capacidad de formar montañas de recuerdos, enormes montañas de recuerdos que no son otra cosa que mi propia fuerza. Y yo, preocupado de arreglar unos malditos relojes que ni siquiera me daban más tiempo. Ni mi esposa, ni la cárcel me provocaban tanta rabia. Tenía la esperanza de poder arreglar mi propio tiempo. Creo que esa es la mayor de las convicciones que tengo en estos momentos.